Observando aves en Yala, Jujuy
Destino ideal para planear un viaje con amigos o familia si insisten en ir a La Quebrada de Humahuaca, pero vos querés ver pajaritos.
Si se quiere conocer la Yunga Jujeña hay dos posibles puntos de partida obligatorios. Obviando la propia San Salvador de Jujuy, como pequeño acercamiento. Uno de esos puntos es por supuesto el Parque Nacional Calilegua —y ahí metemos todos sus alrededores, el camino de ida, lo que venga después—. El camino para ir a Calilegua es a trasmano del recorrido turístico prefijado; es decir, la ruta que te lleva al Parque Nacional sale en dirección contraria de la que te lleva a la Quebrada de Humahuaca (Purmamarca, Maimará, Tilcara, Humahuaca...) y de ahí a la Puna (Abra Pampa, La Quiaca, Yavi). —Existe una forma de conectar Humahuaca-Calilegua, pero requiere planificación y depende del clima.
Ahora bien, si uno hace su primer viaje a Jujuy —más aún: si no va acompañado de otros observadores—, seguramente quiera conocer también Las Salinas, el Cerro de los 7 Colores, la Garganta del Diablo o el Hornocal. Y existe la posibilidad de emprender ese viaje haciendo una breve incursión a la Yunga. El segundo punto posible para arrancar a conocer la selva nubosa es Yala, un pueblito que se encuentra de camino a Purmamarca, desde San Salvador. Se encuentra al pie de los cerros que conforman el Parque Provincial Potrero de Yala; desde allá arriba, desciende justamente el Río Yala, un caudal de rápidos que desemboca, a toda velocidad, en el Río Grande (que tampoco es tan grande, todo sea dicho).
Conocí Yala en enero del 2024 en un viaje que arrancó en Tucumán (donde hay más Yunga, pero de eso hablamos otro día) y terminó en Yavi, a unos cuántos quilómetros de La Quiaca. Yala es un lugar hermoso donde se pueden ver Jacarandáes y Tipas verdaderamente nativas. —En Buenos Aires estamos más que acostumbrados a verlos, lejos de donde pertenecen—. Ya a cierta altura y de camino a la Quebrada, Yala no tiene quizás la variedad de ambientes de Calilegua (casi no hay especies propias del pedemonte, por ejemplo), pero, situada entre paredones de roca y selva, no hace falta alejarse del pueblo para empezar a conocer su biodiversidad.
Por lo menos cuando fui, había opciones de alojamiento baratos, tanto sobre la ruta como más arriba, a medio camino hacia el Parque Provincial. La ruta va paralela al Río Grande y desde ahí abajo ya pueden verse especies como la Ratona Ceja Blanca (Troglodytes solstitialis), los Yapú (Psarocolius decumanus), el Picaflor Vientre Blanco (Adelomyia inornata) y Tucanes (Ramphastos toco), que arrancan bien temprano, cantando como ranas y haciendo su recorrida por el pueblo.
Para llegar al Parque Provincial hay que atravesar el Barrio Los Nogales, que se forma en los bordes del Río Yala. Hay un colectivo que, no con mucha frecuencia, te acerca desde la escueta terminal al Parque. Te deja a unos cuantos metros de la entrada, donde el asfalto se termina; no es mucha distancia, pero hay que tener en cuenta que es todo subida. De cualquier forma, el camino a pata por Los Nogales es también algo para hacer. A los bordes del río hay todo el tiempo Viudita de Río (Sayornis nigricans) y especies como el Arañero Corona Rojiza (Myioborus brunniceps) o el Frutero Yungeño (Chlorospingus flavopectus). En los pocos tramos en que el río se puede ver directamente, es posible que aparezca algún Mirlo de Agua (Cinclus schulzi). Por supuesto, siempre hay que estar atento al cielo por la aparición de rapaces...
El Parque Provincial Potrero de Yala, desde su entrada, tiene dos caminos: hacia la izquierda, los Paredones de Yala, que es supuestamente el punto ideal para conocer al Atajacaminos Lira (Uropsalis lyra). Según las lluvias el camino puede estar cortado o no. Del otro lado, hacia la derecha, se sube por un camino vehicular, bordeando el río, que concluye en una serie de lagunas. Durante el camino se pueden encontrar especies yungueñas típicas como el Fiofío Oscuro (Elaenia obscura), el Tangará Alisero (Thlypopsis ruficeps), el Burlisto Copetón (Contopus fumigatus), el Carpintero Oliva Yungueño (Dryobates frontalis) o el muy simpático Cerquero Cabeza Castaña (Atlapetes fulviceps). Sólo en verano, se puede ver al Zorzalito Boreal (Catharus ustulatus).
En la Laguna Rodeo, que es la más grande, si hay suerte pueden verse especies de altura, como el Tero Serrano (Vanellus resplendens) o la Gallareta Andina (Fulica ardesiaca). Eso sí, en temporada de lluvias es muy probable que sólo se encuentre niebla y no se vea más que a pocos metros...
Ese camino (de la entrada del Parque a la Laguna Rodeo) no recomiendo hacerlo luego de caminarse entero el Barrio Los Nogales. Salvo que se arranque de temprano y se tengan muchas ganas de caminar. ¡Es pura subida!
Si se llega cansado, se puede recorrer apenas el inicio del Parque. Desde ahí es muy frecuente ver Patos de los Torrentes (Merganetta armata) y pajaritos como la Viudita Plomiza (Knipolegus cabanisi); con la que completé todo el género Knipolegus en Argentina. Según comentarios de un amigo, en la propia parada final del colectivo (¡atrás!), anduvo dando vueltas alguna vez un Alilicucú Yungueño (Megascops hoyi). Así que es posible aprovechar el día sin necesidad de adentrarse en el cerro.
Algunas especies
Viudita de Río (Sayornis nigricans)
Frecuente a lo largo del Río Yala. Incluso en el centro del pueblo, desde el puente. Es un bicho confiado que no tiene problema con que la gente se le acerque. Su única preocupación son los artrópodos que andan por el agua. A veces los espera desde una rama o directamente desde las piedras. Desde lejos, puede dar la ilusión de ser el Mirlo de Agua; hay que mirarlas todas hasta que alguna sea —en cuanto se la mira con binoculares, las dudas desaparecen, en lo único que se parecen ambas especies es en sus costumbres ribereñas.
Es similar a las Viuditas del género Knipolegus, casi completamente negra. Aunque sus plumas del vientre y subcaudales son blancas. A veces se la ve toda despeinada, porque, como buen bicho de Yala, no le preocupa empaparse.
Yapú (Psarocolius decumanus)
Es completamente verosímil la idea de que George Lucas haya llegado hasta Jujuy para usar grabaciones del Yapú en sus películas. Es quizás el ave cuyo canto más se parece a la voz del androide R2-D2. En Yala me despertaba casi todos los días con los gritos de este bicho —excepto cuando salía muy temprano—; andan en los jardines de las casas y bajan al suelo como si fueran tordos de tamaño normal. Tengo entendido que también son comunes en San Salvador y, la única vez que lo vi en Corrientes, zona donde la población de la especie está casi diesmada, también fue en un patio.
El Yapú es el más grande de los ictéridos de la Argentina (familia de los Tordos y Boyeros). Compitiendo nomás con el Tordo Gigante (NOMEN) de Misiones. Pero además es un espectáculo. Forma parte del grupo de las llamadas “Oropéndolas” —nombre que lamentablemente viene de un ave amarilla europea con la que no están emparentadas—: grandes boyeros tropicales, coloridos y con cantos que recuerdan más a máquinas que a pajaritos.
Pato de los Torrentes (Merganetta armata)
Quizás una de las estrellas del Potrero de Yala.
Pueden llegar a aparecer en cualquier rincón del Río, así que es importante ir mirando siempre que se pueda. En general, son vistos en una bajada que, justamente, está señalada con un cartel del pato. Eso es a la entrada del Parque. Hace un tiempo que se viene registrando una familia, la pareja con los pichones de cada temporada. Yo, apurado por la tormenta, pude ver tan solo a una hembra. Y no apareció hasta mi último día en Yala. Se distingue del macho porque el pecho y el cuello son anaranjados, mientras que el macho es blanco y negro.
Al principio, pensé que no se estarían viendo tanto porque, con las lluvias, el Río estaba particularmente bravo. Pero resulta que no es problema para el Pato de los Torrentes, que aún así se anima a nadar corriente arriba sin esfuerzo. Hace parate en una roca, calcula la dirección bajando la cabeza y se tira de nuevo al agua. Sacude las patas como si corriera y simplemente va subiendo.
Es un bicho increíble y verlo es un espectáculo. No creo que tenga nada que envidiarle a ninguno de los prodigios geológicos que concentran todo el interés turístico del NOA. Podría pasarme horas mirando al pato subir aguas arriba y no entiendo cómo puede pasar desapercibido para la mayoría de la gente. Por supuesto, me encanta verlo en soledad y sin ruido más que el retumbar del agua, pero el Pato de los Torrentes merece su lugar como maravilla natural, al lado de los cerros de muchos colores, y seguramente mucho más que las rocas con formas divertidas.
Cerquero Cabeza Castaña (Atlapetes fulviceps)
El Cerquero Cabeza Castaña es para mí uno de los animales más simpáticos de Yala. Visto pasando rápido puede ser confundido con el Tangará Alisero, otro bicho amarillo de cabeza naranja —aunque la cabeza del Atlapetes en realidad es de ese extraño color que sólo conocen los ornitólogos: el castaño—. Como pequeña diferencia, pude anotar que, mientras el Tangará suele andar por los árboles, saltando de copa en copa, a veces en bandadas mixtas con otros fruteros, al Cerquero le gusta andar por el piso. Más de una vez nos salió al paso, apenas alejándose de nosotros a saltitos.
Milano Pico Garfio (Condrohieraz uncinatus)
Primera especie que nos recibió en Yala.
Salimos a recorrer el barrio Los Nogales sin mucha esperanza de ver nada. De hecho, tenía todo el equipo —cámara y binoculares— guardado, porque parecía que en cualquier momento llovería con fuerza. En cuanto vi bajar de los cerros la silueta de una rapaz, amagué sin esperanzas al menos a sacar los binoculares para confirmar que fuera un Taguató (Rupornis magnirostris) y quedarme tranquilo. El ave tenía cola larga y alas redondeadas. Como con cualquier rapaz, lo mejor para identificarla fue mirar el diseño de las plumas caudales: tenía dos bandas negras y dos bandas blancas gruesas. Y eso descartaba al Taguató.
La especie que coincidía era, por supuesto, el Milano Pico Garfio. Así que pasé a mirar sus alas para confirmar el barrado fino. Me quedaba nomás ir a su cabeza y encontrarme el pico singular que le da nombre. Pero no pude verlo... ¡porque llevaba un caracol!
Junto con el Caracolero (Rostrhamos sociabilis), el Condrohierax es una rapaz que basa su dienta casi exclusivamente en caracoles. También el Águila Negra (Buteogallus urubitinga) tiene esa costumbre, pero los otros dos, al menos, están completamente especializados: la punta de su pico se agudiza y prolonga, formando una herramienta ideal para separar a los moluscos de sus caparazones. A diferencia del Rostrhamus, que suele buscar presas en bañados, el Pico Garfio vive en zonas extremadamente húmedas, donde los caracoles pueden vivir sin problemas en los árboles.
Es quizás una de las rapaces más hermosas y extrañas. En tanto única en su género. El pico estirado hacia adelante, particularmente ganchudo y conectado a la cara por un porción de piel desnuda amarillo brillante y con manchas verdes, le dan un aspecto que recuerda a los loros.
La vimos por muy poco tiempo. Pasó volando no muy alto encima de nosotros y al rato se volvió a perder en el monte.
Águila Poma (Spizaetus isidori)
En los altos paredones de selva que bordean el Barrio Los Nogales, no es raro encontrar a una de las águilas más grandes del país. Desde hace no mucho se tiene registrado un nido de Águila Poma en ésa zona; se hizo el seguimiento de la crianza y el “pichón” (un pajarraco inmenso, que todavía tiene el plumaje blanco de un juvenil) anda dando vueltas y descansando a los bordes del barrio. Con un poco más de suerte, se puede ver a un individuo adulto surcando los cielos —aunque, en verano, con las nubes bajas, no hay mucho para mirar.
En los primeros años de su vida, el Águila Poma es blanca con detalles en negro. El plumaje definitivo, de los individuos adultos, es característico, negro en general con el vientre canela. La cola (del adulto) tiene una banda negra al final y una banda blanca al principio, de modo que no puede confundirse con ninguna otra especie. De cualquier forma, incluso el juvenil, por su tamaño, es reconocible desde donde sea. Aunque su cola, con bandas negras finas, es parecida a la de muchas otras rapaces.
Cuando vi a la joven, a lo lejos, la encontré porque un pajarito la estaba molestando —era algún tiránido, seguramente un Benteveo—. Le estuvo cayendo encima un par de veces, hasta que el Águila, ya harta, abrió las alas y se movió hacia otra percha. No es raro que las Pomas anden por esa zona, porque sin abandonar ni siquiera el pueblo, es fácil encontrar a sus presas predilectas: las Pavas de Monte.
Pavas de Monte (familia Cracidae)
En Argentina existen siete especies residentes de Pavas de Monte. Antes de este viaje, yo ya conocía cinco. En Tucumán pude ver a la Pava de Monte Yungueña (Penelope bridgesi), sumamente parecida a la Pava Ribereña (Penelope obscura). También aparece en Yala, en pleno barrio Los Nogales, donde se la puede ver posada en alambrados y postes de luz —¡al servicio de la Poma!
Pero en general los observadores visitan Yala por la otra especie, la Pava de Monte Alisera (Penelope dabbenei), o la de la ceja blanca. Suele encontrarse a mayor altura que la Pava Yungueña, ya en la línea del bosque montano (concretamente, de Alisos). Fue la última especie de crácido argentina que me quedaba por conocer y pensé que verla sería más complicado de lo que fue: apareció sencillamente mientras esperábamos el colectivo para ir al Parque Provincial. Vinieron volando de enfrente y quedaron en un árbol atrás de la parada. Eran tres o cuatro y ahí estuvieron un rato. Todo ese tiempo estuve a merced de la lluvia sólo para verlas.
Para visitar Yala, hay que tener en cuenta no sólo los caminos de subida, sino que es plena Yunga. Por lo tanto, la temporada de lluvia se hace sentir. Pueden pasar días sin que se vea el sol de modo que, aunque sea verano, Yala te obliga a salir con abrigo. Las nubes llegan a tapar a las aves que vuelan más alto, los paisajes lejanos están cubiertos de niebla y es muy posible que tengas que estar corriendo para refugiarte de la lluvia... Durante el verano, en Yala casi ni asoma el sol.
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